domingo, 10 de agosto de 2014

Fuck Tristeza.

La tristeza es un arma para desactivar nuestras pasiones, nuestros sueños y nuestras fuerzas. Es una droga envolvente que nos impide conectar con el mundo, con nosotras mismas y que nos desplaza constantemente hacia afuera, hacia el exterior: la tristeza señala un exceso de esperanza en el afuera. 

Ella se alimenta de sus propios “remedios”. Se alimenta de imágenes romanticonas de felicidad, de soluciones totales, de amores eternos, de belleza física, de consumismo, de dinero, de sedantes que nos permitan permanecer anestesiadas y ajenas de la responsabilidad de hacer algo por nosotras mismas; algo para salvarnos, curarnos, encontrarnos con otros para darnos la mano.

No quiero tragarme más la tristeza que a muchas nos consume y nos gobierna. Quiero disfrutar del presente y las grandes revoluciones que se encarnan en las pequeñas cosas. Quiero desobedecer la norma de la felicidad eterna y todas sus florituras infecciosas; quiero una sobredosis de placeres que atraviesen todos los sentidos de mi cuerpo y me arrastren lejos de la culpa, el dolor y el resentimiento. Quiero perder la razón y dejar de encuadrarme a través de los tormentos del pensamiento, de las teorías, de las exigencias chupa-sangre de todos los “ismos”.

Quiero dejarme llevar por los aires y probarlo todo. Quiero abrirle las puertas a todos aquellos que quieran un rinconcito de mi alma. Ya no quiero este caparazón frío y pesado. Deseo avivar la curiosidad por todo lo que vive y respira, voy a aniquilar la idea de que todo está acabado. Quiero bailar hasta que se me desborde la cadera. Quiero aprender a vivir sin temor a encontrarme sola, pues la soledad y el silencio son las mejores armas ante el exceso de compañía basura. Quiero tejer, entrelazarme, mezclarme con otros. Quiero romper cualquier atisbo de pureza. 

La tristeza no puede ser un estilo de vida, si aparece que se convierta en una oportunidad reflexiva para rearmar caminos, para retomar fuerzas, para rehacer el curso de las cosas, para dar la pelea en contra de la tanatopolítica a la cual todos parecemos estar avocados. 

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