miércoles, 24 de abril de 2013

Excelente Florence!



AMÉ ESTE ARTÍCULO ESCRITO POR LA FEMINISTA COLOMBO-FRANCESA, FLORENCE THOMAS, MÁS QUE RELEVANTE PARA ESTE MOMENTO POLÍTICO EN COLOMBIA.


" Pero, para mí, no deja de ser extraño que ustedes (gays y lesbianas), que en su larga y tenaz historia tuvieron el valor de desordenar y subvertir el disciplinamiento de la sexualidad oficial, recordándonos a todos y a todas nuestra bisexualidad, deseen ahora conocer los avatares de la vida conyugal. La pareja encerrada en la duración, en la fatiga, en el silencio, en la soledad y, finalmente, atrapada en los rituales de una ruptura más que anunciada. Más bien les propongo que nos ayuden a desordenar este viejo vocablo, sinónimo de un statu quo que no reconoce la diversidad de formas de amar y de convivir entre los humanos."


Una palabra para erradicar del diccionario amoroso




Entiendo perfectamente que es una cuestión de iguales derechos, eso lo entiendo.
Y por esto estoy de acuerdo en que el matrimonio para todos y para todas se debe pelear hasta las últimas consecuencias. Los y las homosexuales constituyen familia, les guste o no a los que siguen pregonando papá, mamá, niño, niña. Lo acaban de reafirmar Uruguay, Francia y ahora Nueva Zelanda: otra ola imparable. Además, que yo sepa, la casi totalidad de las violencias contra las mujeres se generan en familias heterosexuales. Tal vez las familias homosexuales nos podrían mostrar un mejor camino, ¿no les parece?

Ahora bien, lo que me molesta en todo esto es la palabra matrimonio, porque cada vez que la nombro me viene a la mente otra aún más insoportable y, sin embargo, muy cercana desde el punto de vista de sus raíces latinas: patrimonio. Matrimonio-patrimonio: patrimonio para los hombres, para el pater familias, y matrimonio para las mujeres.
Por eso les tengo que confesar que, en este sentido, prefiero mil veces la palabra francesa mariage, que no connota su contraparte patriarcal. A propósito, no sé si sabían que la palabra mariachi, este grupo de cantantes que, con su repertorio, nos reafirman sin cansancio que la cultura patriarcal sigue viva y bien viva, proviene de esta palabra de origen francés, porque estos hombres eran invitados a cantar en los grandes matrimonios mexicanos.
En fin, creo que homosexuales y heterosexuales deberíamos indagar otro concepto para este encuentro amoroso que busca instalar el amor en la duración, cosa tan complicada hoy en día, y erradicar esta fea palabra del diccionario amoroso. Deberíamos resignificar este viejo, cansado y desalentado matrimonio, que hace crisis por todas partes.
Inventar o reinventar nuevos ritos, nuevas maneras de encontrarse, nuevas maneras de decir, de nombrar el encuentro, tal vez un encuentro que podría re-evaluarse cada cuatro o seis años, qué sé yo. Y creerle a Julio Cortázar cuando decía que solo en la aritmética el dos nace del uno más uno. Ya en 1949, en El segundo sexo, Simone de Beauvoir nos trataba de explicar que no eran ni el matrimonio ni la maternidad en sí lo que criticaba, sino las condiciones materiales y culturales que rodeaban estos eventos y que los volvían insoportables. Y ella no claudicó nunca con el matrimonio. Se enamoró varias veces, construyó pactos de fidelidad intelectual con el insoportable y tan patriarcal Jean Paul Sartre, fue bisexual, amó pasionalmente a Nelson Algren, pero nunca se casó con la palabra matrimonio.
Lo vuelvo a decir: comparto la lucha para reclamar alguna clase de institución que les otorgue exactamente a los y las homosexuales los mismos derechos que los que tienen los heterosexuales. Incluso, estoy absolutamente de acuerdo en relación con su derecho a adoptar niños o niñas, con su derecho a educar, a socializar y a amar a niños y niñas. Pero, para mí, no deja de ser extraño que ustedes, que en su larga y tenaz historia tuvieron el valor de desordenar y subvertir el disciplinamiento de la sexualidad oficial, recordándonos a todos y a todas nuestra bisexualidad, deseen ahora conocer los avatares de la vida conyugal. La pareja encerrada en la duración, en la fatiga, en el silencio, en la soledad y, finalmente, atrapada en los rituales de una ruptura más que anunciada. Más bien les propongo que nos ayuden a desordenar este viejo vocablo, sinónimo de un statu quo que no reconoce la diversidad de formas de amar y de convivir entre los humanos.

Florence Thomas
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad