viernes, 29 de junio de 2012

Orgullo subversivo, a propósito de las marchas LGBT







Siento orgullo radical y contestario por aquellas memorias rebeldes de muchas personas travestis, lesbianas y mariconas, que con sus cuerpos y deseos disidentes se han opuesto históricamente, incluso arriesgando sus vidas, en contra de la hegemonía heterosexual y su gazmoña moral familista, burguesa y católica. Creo que si hay que conmemorar las revueltas de junio y elevar el sentido del “orgullo”, se debe no a los esfuerzos asimilados por parecer “buenos ciudadanos”, merecedores de propiedad y símiles de las parejas heterosexuales. El “orgullo” del que hablo es aquel que dimana de las locas, de las areperas, de las travestis, de los bichos y los sujetos raros, que han sobrevivido a la persecución policial, al empobrecimiento del capitalismo, al ostracismo social y la muerte.

Ese orgullo de maricas perfumadas con aliento de guerreras combativas, regias e impertérritas que con su felicidad, sus tetas al aire y sus placeres al borde, retan el instrumento melancólico, closetero y normalizador del puño de hierro del estado neoliberal. Siento orgullo por aquellas que han desafiado la pacata moral de la ciudadanía hetero, siento orgullo por aquellas que han reivindicado su poder de desviados, raros y anormales para perforar la mentalidad straight y sus dispositivos binarios. Siento “orgullo” de aquellas que luchan día a día para transformar el orden socio-sexual y de género y no comen de institucionalizaciones, ni de pedir permiso a la policía para armar escandalo y alboroto una vez al año. Siento “orgullo” de los desvergonzados, de esos que exploran placeres más allá de la heteronorma y se atreven a construir amores no hegemónicos, me siento demasiado orgullosa de las travas, de sus cuerpos manifiesto, de sus incansables luchas contra el sistema sexo-género y su desprecio por la “compostura”. Sentir “orgullo” implica no sentirse cómoda con la celebración de la diferencia docilizada de un acrónimo de cuatro letras que exige ser norma, que exige ser visible e incorporada a la maquinaria multiculturalista del estado. Sentir “orgullo” es exceder la imposición de esa diferencia y construir un movimiento social crítico que cuestiona la categoría de “diversos” y dirige sus luchas, deseos, placeres, cuerpos, prácticas y teorías para derrocar el régimen de la heterosexualidad como Natauraleza de lo social. 

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